El periodo inestabilizador de Mexico

Como fue la epoca de la republica errante y la republica restaurada

HISTORIA

Emanuel

10/30/202512 min leer

La República Errante y la República Restaurada: México Entre Invasiones y Reformas

El contexto: un México herido y dividido

Para entender estos períodos cruciales, debemos recordar en qué estado se encontraba México a mediados del siglo XIX. Después de lograr su independencia en 1821, el país había vivido décadas de caos político y económico.

Entre 1821 y 1860, México tuvo más de 30 presidentes diferentes. Algunos duraban solo semanas en el poder. El país había sufrido la pérdida de Texas (1836) y luego más de la mitad de su territorio en la guerra contra Estados Unidos (1846-1848), perdiendo California, Nuevo México, Arizona y otros territorios.

Pero quizás lo más grave era la división interna. México estaba partido en dos bandos irreconciliables:

Los conservadores querían mantener los privilegios de la Iglesia y el ejército, creían en un gobierno fuerte y centralizado, y algunos incluso pensaban que México necesitaba una monarquía. Representaban a la élite tradicional, los grandes terratenientes y el alto clero.

Los liberales querían modernizar México siguiendo el modelo estadounidense y europeo, separar la Iglesia del Estado, establecer una república federal, y crear una sociedad de ciudadanos iguales ante la ley. Representaban a profesionistas, comerciantes y la clase media emergente.

Era como si en una casa, una mitad de la familia quisiera vivir en el pasado colonial y la otra mitad en el futuro moderno, y ninguna estuviera dispuesta a ceder.

La Guerra de Reforma: hermanos contra hermanos (1858-1861)

La tensión explotó en 1858 cuando comenzó la Guerra de Reforma, también llamada Guerra de los Tres Años. Fue una guerra civil brutal que dividió familias, destruyó pueblos y dejó al país en bancarrota.

Los bandos principales:

Los liberales, liderados por Benito Juárez, un indígena zapoteco de Oaxaca que había llegado a ser abogado y político. Juárez era serio, implacable en sus convicciones, y creía profundamente que las leyes debían estar por encima de personas y privilegios. Su gobierno itinerante se estableció en Veracruz.

Los conservadores, liderados por el general Miguel Miramón, joven y brillante militar, y respaldados por la Iglesia Católica. Controlaban la Ciudad de México y el centro del país.

Las Leyes de Reforma fueron el corazón del conflicto. Los liberales promulgaron leyes radicales:

  • Nacionalización de bienes eclesiásticos: El gobierno confiscaba todas las propiedades de la Iglesia (que era el mayor terrateniente del país)

  • Separación Iglesia-Estado: La religión dejaba de ser asunto oficial del gobierno

  • Matrimonio y registro civil: Los sacramentos religiosos dejaban de tener validez legal

  • Libertad de cultos: Se permitían otras religiones además del catolicismo

  • Secularización de cementerios: Los cementerios dejaban de ser administrados por la Iglesia

Para los liberales, estas leyes eran necesarias para modernizar México. Para los conservadores y muchos católicos devotos, eran un ataque directo a Dios y la civilización. Era como si el gobierno dijera que todo lo que había sido sagrado durante 300 años ya no importaba.

La guerra fue sangrienta. Pueblos enteros se dividieron. Familias se separaron. Hermanos luchaban en bandos opuestos. Había ejecuciones sumarias, saqueos y atrocidades de ambos lados.

Finalmente, en enero de 1861, los liberales entraron victoriosos a la Ciudad de México. Benito Juárez asumió la presidencia. Los conservadores habían perdido militarmente, pero no se rendirían fácilmente.

La crisis económica: cuando no hay dinero para nada

La guerra había dejado a México en ruinas económicas totales. El tesoro estaba vacío. La producción agrícola había colapsado. Las minas estaban abandonadas. Y México tenía enormes deudas con Francia, España e Inglaterra.

Juárez tomó una decisión drástica: en julio de 1861 suspendió el pago de todas las deudas externas por dos años. Necesitaba ese dinero para reconstruir el país. Era como decirle a tus acreedores: "No puedo pagarte ahorita, dame tiempo."

Pero los países europeos no aceptaron esta explicación.

La intervención tripartita: cuando Europa llegó a cobrar (1861-1862)

Francia, España e Inglaterra decidieron enviar tropas a México para cobrar sus deudas por la fuerza. Firmaron la Convención de Londres (octubre 1861) y sus flotas llegaron a Veracruz a finales de 1861.

España envió 6,000 soldados. Francia envió inicialmente 2,500. Inglaterra envió 700 marines. Era una invasión coordinada de tres grandes potencias europeas contra un país exhausto por la guerra civil.

Sin embargo, pronto quedó claro que Francia tenía planes diferentes a solo cobrar la deuda. El emperador francés Napoleón III (sobrino del famoso Napoleón Bonaparte) quería crear un imperio francés en América, aprovechar los recursos mexicanos, y contener la expansión estadounidense.

Cuando España e Inglaterra se dieron cuenta de las verdaderas intenciones francesas, retiraron sus tropas en abril de 1862. No querían participar en una conquista, solo en cobrar. Francia decidió continuar sola.

El 5 de Mayo: cuando México dijo "no pasarán" (1862)

Los franceses avanzaron desde Veracruz hacia la Ciudad de México. Eran considerados el mejor ejército del mundo en esa época. Habían conquistado casi toda Europa bajo Napoleón Bonaparte. Sus generales pensaban que conquistar México sería fácil.

El 5 de mayo de 1862, el ejército francés atacó la ciudad de Puebla, defendida por fuerzas mexicanas muy inferiores comandadas por el general Ignacio Zaragoza. Los franceses tenían soldados profesionales, artillería moderna y experiencia en docenas de guerras europeas.

Los mexicanos tenían muchos soldados improvisados, armamento inferior y poca munición. Pero tenían algo más: estaban defendiendo su patria. Entre los defensores estaba un joven general llamado Porfirio Díaz.

La batalla duró todo el día. Los franceses atacaron repetidamente las fortificaciones mexicanas en los fuertes de Loreto y Guadalupe. Los mexicanos resistieron cada ataque. Al final del día, los franceses se retiraron derrotados.

Fue una victoria sorprendente. México había derrotado al mejor ejército del mundo. Zaragoza envió su famoso telegrama a Juárez: "Las armas nacionales se han cubierto de gloria".

Pero hay que ser honestos: aunque fue una victoria moral importante que levantó la moral nacional, no detuvo la invasión francesa. Era como ganar una batalla pero no la guerra.

El sitio de Puebla y el avance francés (1863)

Los franceses regresaron un año después con 30,000 soldados adicionales y artillería pesada. Esta vez no tomarían riesgos.

En marzo de 1863 comenzaron el sitio de Puebla. Durante dos meses bombardearon constantemente la ciudad. Los defensores mexicanos, comandados por el general Jesús González Ortega, resistieron heroicamente pero sin esperanza de victoria.

El 17 de mayo de 1863, después de 62 días de sitio, sin municiones y sin comida, los defensores se rindieron. Era el cumpleaños de Benito Juárez, quien recibió la noticia como el peor regalo posible.

El camino a la Ciudad de México estaba abierto. El ejército francés avanzó y entró triunfalmente a la capital el 10 de junio de 1863.

La República Errante: un gobierno en maletas (1863-1867)

Aquí comienza lo que se conoce como la República Errante o República Itinerante. Benito Juárez, con su gabinete y lo que quedaba del gobierno legítimo, huyó de la Ciudad de México antes de que llegaran los franceses.

Durante los siguientes cuatro años, Juárez y su gobierno viajaron constantemente por el norte de México, siempre un paso adelante de las fuerzas francesas e imperiales. Era como un gobierno en el exilio, pero dentro de su propio país.

La ruta de Juárez fue increíble:

  • Ciudad de México → San Luis Potosí → Saltillo → Monterrey → Chihuahua → Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez)

Hubo momentos en que el gobierno de Juárez cabía literalmente en una carreta. Llevaban los archivos oficiales, el sello nacional y la bandera a donde iban. En los momentos más desesperados, Juárez estuvo a solo unos kilómetros de la frontera con Estados Unidos, listo para cruzar si era necesario.

Pero Juárez tenía un principio inquebrantable: mientras él estuviera en territorio mexicano con el sello presidencial, la República seguía existiendo. Era una demostración increíble de tenacidad. Muchos le pedían que renunciara y negociara. Él se negaba rotundamente.

El Segundo Imperio Mexicano: cuando México tuvo un emperador austriaco (1864-1867)

Mientras tanto, los conservadores mexicanos y los franceses implementaron su plan: traer un emperador europeo para gobernar México.

Eligieron a Maximiliano de Habsburgo, archiduque de Austria, hermano menor del emperador austriaco. Era rubio, de ojos azules, alto, educado, culto y genuinamente bien intencionado. Pero no entendía nada de México.

Le dijeron (mintiendo) que los mexicanos lo querían como emperador. Le mostraron documentos falsos con supuestas firmas de apoyo. Maximiliano, idealista y ambicioso, aceptó.

Llegó a México en mayo de 1864 con su esposa Carlota, princesa belga. Entraron a la Ciudad de México con gran pompa. Los conservadores organizaron fiestas y desfiles. Parecía que el imperio había comenzado con éxito.

Pero todo era una ilusión. Maximiliano pronto descubrió varios problemas graves:

Los conservadores esperaban que revirtiera las Leyes de Reforma. Pero Maximiliano, influido por ideas liberales europeas, decidió mantener muchas de estas leyes, especialmente la nacionalización de bienes eclesiásticos. Los conservadores se sintieron traicionados: habían traído un emperador para que les devolviera sus privilegios, ¡y el emperador resultó ser liberal!

Los franceses querían que México pagara los costos de la invasión. Napoleón III esperaba que México le diera dinero, concesiones mineras y territoriales. Maximiliano se resistía: quería ser emperador de México, no gobernador colonial de Francia.

La resistencia republicana nunca se detuvo. En todo el norte y muchas regiones del país, guerrillas leales a Juárez seguían luchando. Maximiliano solo controlaba realmente las grandes ciudades.

Carlota intentó salvar el imperio: En 1866, viendo que todo colapsaba, Carlota viajó a Europa para pedir apoyo a Napoleón III y al Papa. Ambos la rechazaron. El estrés la llevó a la locura. Pasaría los siguientes 60 años de su vida en palacios europeos, mentalmente ausente, creyendo que todavía era emperatriz.

¿Por qué cayó el imperio? La tormenta perfecta

Varios factores se combinaron para condenar al Segundo Imperio:

Estados Unidos terminó su Guerra Civil (1865). Ahora podían prestar atención a México. El gobierno estadounidense, aplicando la Doctrina Monroe ("América para los americanos"), exigió que Francia retirara sus tropas. Comenzó a enviar armas a los republicanos de Juárez.

Prusia amenazaba a Francia en Europa. Napoleón III necesitaba sus tropas en casa para defenderse del creciente poder prusiano (que pronto derrotaría a Francia en 1870).

La invasión era carísima. Francia estaba gastando millones de francos manteniendo 40,000 soldados en México sin ver beneficios económicos.

La resistencia mexicana nunca cedió. Juárez, desde su república errante, mantenía viva la lucha. Cada día que resistía era una victoria moral.

En 1866, Napoleón III decidió retirar sus tropas. Le dijo a Maximiliano: "Vente con nosotros o quédate bajo tu propio riesgo."

La decisión de Maximiliano: quedarse y morir

Maximiliano enfrentó la decisión más importante de su vida. Podía regresar a Europa, vivir cómodamente como archiduque, y olvidar esta aventura mexicana. O podía quedarse y luchar por el imperio que había prometido defender.

Sus consejeros le rogaban que se fuera. Su esposa Carlota estaba loca en Europa. Los franceses se iban. Los conservadores que lo trajeron lo habían abandonado. No tenía dinero, tropas suficientes, ni apoyo popular.

Pero Maximiliano, en un acto de honor mal entendido o terquedad noble, decidió quedarse. No quería ser recordado como un cobarde que huyó cuando las cosas se pusieron difíciles. Era como el capitán que decide hundirse con su barco.

Se retiró a Querétaro con los restos de su ejército: unos 9,000 hombres, muchos de ellos conservadores mexicanos que no tenían otro lugar a dónde ir.

El sitio de Querétaro: el final del imperio (1867)

En marzo de 1867, las fuerzas republicanas comandadas por Mariano Escobedo rodearon Querétaro. Maximiliano y sus generales (Miguel Miramón y Tomás Mejía) resistieron durante 71 días.

El sitio fue terrible. La comida se acabó. Los soldados comían caballos, perros y ratas. Las enfermedades se extendían. Los cañones republicanos bombardeaban constantemente.

El 15 de mayo de 1867, un coronel imperial traicionó a Maximiliano y abrió las puertas a las tropas republicanas. Maximiliano, Miramón y Mejía fueron capturados.

El juicio y ejecución: cuando México fusiló a un emperador

Maximiliano fue juzgado en un consejo de guerra. Lo acusaron de usurpación, traición y de ordenar ejecuciones de republicanos capturados (el decreto del 3 de octubre de 1865, que ordenaba fusilar a cualquiera que luchara contra el imperio).

Hubo presión internacional para perdonarlo. Reyes y reinas de Europa pidieron clemencia. Incluso Víctor Hugo, el famoso escritor francés, escribió una carta pidiendo su perdón. Giuseppe Garibaldi, el héroe italiano, también intercedió.

Pero Juárez fue inflexible. Aplicó la ley estrictamente. No por crueldad personal, sino por principio: había que demostrar que nadie podía invadir México y salir impune. Si perdonaba a Maximiliano, futuros aventureros europeos pensarían que podían intentar lo mismo.

El 19 de junio de 1867, en el Cerro de las Campanas en Querétaro, Maximiliano de Habsburgo fue fusilado junto con Miramón y Mejía.

Cuentan que Maximiliano enfrentó la muerte con dignidad. Sus últimas palabras fueron: "Voy a morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de México. ¡Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria! ¡Viva México!"

Era un gesto noble de un hombre que había sido manipulado por conservadores mexicanos y ambiciones francesas. No era un villano, solo un idealista ingenuo en el lugar equivocado.

La República Restaurada: reconstruir de las cenizas (1867-1876)

El 15 de julio de 1867, Benito Juárez entró triunfalmente a la Ciudad de México. Después de cuatro años errantes, el gobierno legítimo regresaba. Este período se conoce como la República Restaurada.

Los logros de Juárez (1867-1872):

Educación: Juárez creía profundamente que la educación era la clave para transformar México. Impulsó la Ley Orgánica de Instrucción Pública (1867), que establecía educación primaria gratuita y obligatoria. Fundó la Escuela Nacional Preparatoria bajo la dirección de Gabino Barreda, quien introdujo el positivismo en la educación mexicana.

Ferrocarriles: Comenzó la construcción de vías férreas para conectar el país. Sabía que sin comunicaciones modernas, México seguiría fragmentado.

Reconciliación limitada: Ofreció amnistía a muchos imperialistas de bajo rango. Pero mantuvo las Leyes de Reforma y no devolvió propiedades a la Iglesia.

Estabilidad política relativa: Por primera vez en décadas, México tuvo varios años sin guerra civil. La economía comenzó a recuperarse lentamente.

Fortalecimiento del poder federal: Redujo el poder de caciques locales y fortaleció el gobierno central.

Las contradicciones de Juárez: el héroe imperfecto

Juárez enfrentó el dilema de la reelección. La Constitución de 1857 no prohibía expresamente la reelección. Juárez se reeligió en 1867 y nuevamente en 1871.

Muchos liberales que habían luchado con él se sintieron traicionados. Porfirio Díaz, su antiguo general, se rebeló con el Plan de la Noria (1871), exigiendo "No Reelección". La rebelión fracasó, pero mostró las grietas dentro del bando liberal.

Juárez murió de un ataque cardíaco el 18 de julio de 1872, mientras trabajaba en su escritorio. Tenía 66 años. Murió como presidente en ejercicio, rodeado de controversia sobre su reelección, pero también respetado como el hombre que había salvado la República.

Sebastián Lerdo de Tejada: continuando el proyecto liberal (1872-1876)

Sebastián Lerdo de Tejada, vicepresidente, asumió la presidencia. Era hermano de Miguel Lerdo de Tejada (autor de la famosa Ley Lerdo). Era un intelectual brillante, frío y poco carismático.

Sus logros:

  • Incorporó las Leyes de Reforma a la Constitución, haciéndolas permanentes

  • Completó el ferrocarril México-Veracruz, conectando finalmente la capital con el puerto principal

  • Mejoró la educación y fundó más escuelas

  • Expulsó a las Hermanas de la Caridad, religiosas que atendían hospitales, causando indignación popular

Su error fatal: También intentó reelegirse en 1876. Porfirio Díaz se rebeló nuevamente, esta vez con el Plan de Tuxtepec, otra vez con el lema "No Reelección".

Esta vez Díaz ganó. Lerdo huyó a Estados Unidos, donde murió en el exilio. Y Porfirio Díaz, quien se había rebelado dos veces en nombre de la no reelección, comenzaría un gobierno que duraría más de 30 años.

La ironía histórica era perfecta: el defensor de la no reelección se convertiría en el dictador más duradero de México.

El legado de la República Errante y Restaurada

Estos períodos turbulentos dejaron lecciones y legados fundamentales:

La soberanía nacional es innegociable: La resistencia de Juárez estableció que México no aceptaría gobiernos impuestos desde fuera, sin importar cuánto costara.

Las Leyes de Reforma transformaron México: Aunque causaron conflictos terribles, separaron definitivamente la Iglesia del Estado y secularizaron la sociedad.

La educación como prioridad nacional: Juárez estableció que el Estado debe proveer educación laica para formar ciudadanos, no súbditos.

Los límites del legalismo: Juárez demostró tenacidad admirable, pero su insistencia en reelegirse mostró que incluso los héroes pueden contradecir sus propios principios.

La fragilidad de las instituciones: México había logrado derrotar una invasión extranjera, pero no había logrado crear instituciones políticas estables que funcionaran sin depender de líderes fuertes.

Conclusión: entre invasiones y reformas

La República Errante y la República Restaurada representan uno de los períodos más dramáticos de la historia mexicana. Un gobierno que literalmente viajaba en carretas mantuvo viva la República contra un imperio respaldado por la mayor potencia militar europea.

Benito Juárez se convirtió en símbolo de resistencia y legalidad, aunque no sin contradicciones. Maximiliano quedó como una figura trágica, un idealista manipulado que pagó con su vida las ambiciones de otros.

Estos años establecieron principios fundamentales: que México sería una república laica, que la soberanía no se negocia, y que las leyes están por encima de personas y privilegios. Pero también mostraron que transformar esos principios en realidad sería un proceso largo y doloroso.

La historia de la República Errante nos enseña que a veces la resistencia no viene de ejércitos poderosos, sino de la terquedad de unos pocos que se niegan a rendirse. Y la República Restaurada nos muestra que ganar la guerra es más fácil que ganar la paz, y que los héroes también son humanos, con todas sus contradicciones.